Page 263 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Ella no habló durante unos momentos. Después
dijo, «Oh», y él no supo distinguir lo que había en
su voz, si decepción, lástima o indiferencia. Seguían
observándose mutuamente.
—Yo me llamo Clarice —dijo la mujer.
Sus minúsculas manos se estrecharon, y no se
separaron. Él no podía respirar bien; le faltaba el
aire.
—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó ella,
retirando la mano.
Él tragó saliva.
—He… venido —fue todo lo que pudo decir.
Siguió mirándola con ojos que no creían lo que
veían. Entonces vio que un color rojo vivo subía a
las mejillas de la joven y trató de calmarse.
—Lo… lo siento muchísimo —dijo Scott—. Lo
que ocurre es que no había… —hizo un gesto de
impotencia—, no había visto nunca a nadie como
yo. Es que… —meneó la cabeza—. No puedo
explicarle lo que se siente.
—Oh, lo sé, lo sé —se apresuró a contestarle ella,
mirándole intensamente—. Cuando… —se aclaró
la garganta—, cuando le he visto junto a la puerta,
no he sabido qué pensar —su risa fue débil y
temblorosa—. Por un momento he creído que había
perdido la razón.
—¿Está usted sola? —preguntó súbitamente él.
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