Page 258 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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cara. En caso de haber hecho una lista de todas las


            cosas  del  mundo  que  podría  haber  visto  en  la


            tienda,  muy  cerca  del  final  de  la  enumeración


            hubiese puesto una vaca muerta de dos cabezas.


                   Paseó la mirada por la tienda. No veía lo que


            había al otro lado del pasillo; la gente que allí se


            amontonaba se lo impedía. A su lado, vio un perro



            de  seis  patas  (dos  de  ellas  eran  muñones


            atrofiados), una vaca cuya piel era semejante a la de


            un ser humano, una cabra con tres patas y cuatro


            cuernos,  un  caballo  rosa  y  un  rollizo  cerdo  que


            había  adoptado  a  una  escuálida  gallina.  Dio  una


            ojeada a todo el conjunto, sin dejar de sonreír. «Un


            espectáculo de monstruos», pensó.


                   Y  entonces  su  sonrisa  se  borró.  En  aquel


            momento se le ocurrió la notable exhibición que él



            mismo podría hacer, posando, por ejemplo, entre el


            cerdo de maternales instintos y la vaca muerta de


            dos cabezas. Scott Carey, Homo reductus.


                   Se internó de nuevo en la noche y se puso en pie,


            sacudiéndose  automáticamente  el  pelele  de


            terciopelo y la chaqueta. Debía haberse quedado en


            el coche; había sido una estupidez salir de él.



                   Sin embargo, no volvió atrás; no pudo decidirse


            a volver atrás. Llegó al extremo de la tienda y vio a


            mucha  gente  que  andaba,  oyó  el  ruido  de  las


            botellas  de  madera  al  ser  alcanzadas  por  alguna






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