Page 285 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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durante horas, hasta que la muñeca le dolía tanto
que no podía aguantar el lápiz.
Desesperado, se daba masajes en la muñeca y la
mano, tratando de devolverles su fuerza para
seguir escribiendo. Porque, cada día más, su mente
se convertía en una incontrolable fuente de
recuerdos e ideas, que las generaba de modo
interminable. Si no se escribían, podían huir de su
cerebro y perderse. Escribió con tanta
perseverancia, que, en cuestión de pocas semanas,
se puso al día en el relato sobre su vida como
hombre menguante. Entonces empezó a
mecanografiarlo, golpeando lenta y laboriosamente
las teclas a medida que transcurrían los días.
Cuando hubo llegado a esta etapa, no pudo seguir
ocultándoselo a Lou. La máquina de escribir tenía
que ser alquilada. Al principio pensó en decirle que
sólo la quería para pasar el tiempo. Pero la cuota de
alquiler era alta, y él sabía que no había bastante
dinero para pagarla en el caso de que fuera un
simple capricho. Así que le explicó lo que había
hecho. Ella no se entusiasmó demasiado, pero le
consiguió la máquina y el papel.
Cuando envió las cartas a las revistas y
editoriales, ella no dijo nada, pero se le notó un
creciente interés. Y cuando, casi inmediatamente,
recibió una oleada de interesantes ofertas, ella tuvo
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