Page 290 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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se la examinó. Sintió que el agua le corría por el
pecho y el hueco del estómago. Al caerse había
apretado la esponja y se había escapado casi toda
su carga de líquido.
Volvió a cerrar los ojos. «No importa», pensó.
«Todo va bien».
Rasgó una tira de tela del dobladillo de la
túnica, y se la ató alrededor de la mano. Estaba
mejor. Frotó decididamente la rodilla, mordiéndose
los labios para combatir el dolor. Ah. Aquello era
mejor; mucho mejor.
Cojeando prudentemente, recuperó la sandalia
e hizo varios nudos más para evitar que volviera a
escapársele. Entonces regresó al lugar donde había
dejado el rollo de hilo y lo llevó hasta el borde del
listón. Ésta vez ataría el extremo del hilo a la lanza.
De este modo, cuando tirara la lanza por los aires,
no sólo arrastraría el hilo, sino que le sería
imposible volver a rodar.
Así fue. Saltó después de la lanza, aterrizando
sobre la pierna sana, y se apresuró a recoger el hilo
y el gancho. Sí, aquello era mucho mejor. «Lo único
que hay que hacer es pensar un poco», se dijo.
Siguió avanzando de esta forma por el asiento
de la silla naranja hasta llegar a la parte posterior.
Allí descansó, contemplando el respaldo casi
vertical. Mucho más arriba estaba el aro de croquet,
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