Page 286 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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que aceptar el hecho de que, a pesar de todo, él le


            proporcionaba  la  seguridad  que  había  dejado  de


            esperar.


                   Una tarde gloriosa recibió el primer cheque por


            su manuscrito junto con una carta de felicitación, y


            Lou se sentó con él en la sala de estar y le dijo lo


            mucho  que  sentía  haber  caído  en  tal  estado  de



            retraimiento. Lo hizo para protegerse, añadió, pero


            lo lamentaba igualmente. Le dijo lo muy orgullosa


            que  estaba  de  él.  Sostuvo  su  manita  y  le  dijo:


            «Sigues siendo el hombre con quien me casé, Scott».


                   Se levantó. Basta de recuerdos. Tenía que seguir


            adelante;  aún  le  quedaba  un  largo  camino  que


            recorrer.


                   Cogió el alfiler que le servía de lanza y volvió a


            cargárselo en la espalda. Éste incremento de peso



            despertó  fuertes  punzadas  en  su  rodilla,  y  se


            sobresaltó con el dolor. «No importa», se dijo. Con


            los dientes apretados, se agachó y cogió el alfiler en


            forma de gancho. Miró en torno suyo.


                   Si permanecía donde estaba, tendría que subir


            unos quince metros para llegar al nivel del brazo de


            la  silla.  El  único  problema  era  que  allí  no  había



            ningún recoveco donde tirar el gancho. Tendría que


            hacerlo  tal  como  antes;  subiendo  por  la  parte


            posterior de la silla.


                   La  repisa  inferior  discurría  en  una  ligera






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