Page 295 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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y beber allí mismo, con las piernas extendidas
frente a él. Vació casi la mitad de la esponja. No
importaba. Pronto llegaría a la cima. Y si obtenía el
pan sin dificultades, bajaría con gran rapidez. De
todos modos, en el caso de que alguna cosa le
impidiera obtener el pan, tampoco estaría en
condiciones de comer.
La suela de sus sandalias rozó la cima del
precipicio. Desclavó el gancho de la silla con varias
sacudidas, lo subió con prisas y fue a refugiarse
detrás de la base de cristal de un gigantesco fusible
con forma de campana. Permaneció allí, jadeante, y
comenzó a observar el enorme desierto sumido en
sombras.
A la mortecina luz que entraba por la
polvorienta ventana pudo ver los detalles cercanos:
las enormes cañerías y alambres revestidos, los
grandes trozos de madera, piedra y cartón
desparramados a lo largo de la arena; a su
izquierda, las altas torres de los botes de pintura;
delante suyo, la gran extensión del desierto, que se
sucedía hasta el infinito.
A doscientos metros de distancia estaba la
rebanada de pan.
Se humedeció los labios y se dispuso a
internarse en el desierto. Pero entonces retrocedió
bruscamente, volviendo la cabeza de un lado a otro
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