Page 296 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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y mirando en todas direcciones, incluso hacia atrás.


            ¿Dónde  estaba  la  araña?  Empezaba  a  ponerse


            nervioso, pensando dónde podría estar.


                   Quietud, sólo quietud. El rayo de luz formaba


            un  ángulo  agudo  y  parecía  una  reluciente  barra


            apoyada en la ventana, una barra a la cual el polvo


            prestara vida. Los enormes trozos de madera, las



            piedras,  el  pilar  de  hormigón,  los  alambres  y


            cañerías colgantes, los botes y botellas, y las colinas


            de arena… todo estaba inmóvil, como en espera de


            algo. Se estremeció, y desató la lanza. Se sintió un


            poco  mejor  al  apretarla  entre  las  manos,  con  el


            extremo romo apoyado en el cemento y la afilada


            punta muy por encima de él.


                   —Bueno… —murmuró y, tragándose el miedo,


            se internó en la gran extensión de arena.



                   El gancho se hundía en la arena. Lo dejó caer.


            «No lo necesitaré», pensó; «lo dejaré aquí». Avanzó


            unos cuantos pasos y se detuvo. No le gustaba la


            idea de abandonarlo tras de sí. No podía ocurrirle


            nada,  pero…  ¿y  si  no  era  así?  Se  encontraría


            atrapado, sin recursos.


                   Retrocedió  lentamente  hacia  el  gancho,



            lanzando  nerviosas  miradas  por  encima  del


            hombro para asegurarse de que no había nada a su


            espalda.  Llegó  junto  al  hierro  y,  poniéndose


            rápidamente en cuclillas, lo recogió. Si la araña se le






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