Page 300 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
P. 300
idea de abandonarlo.
Cada vez que llegaba a un tronco, una enorme
piedra, un trozo de cartón, un ladrillo o una alta
montaña de arena, tenía que hacer algo que ponía
sus nervios a prueba: dejar el hilo en el suelo,
acercarse con gran cuidado al obstáculo, con la
lanza rígidamente extendida ante sí, hasta
comprobar que la araña no se encontraba escondida
allí. Después, cada vez, un gran suspiro de alivio,
que no era realmente alivio, sacudía su cuerpo y le
hacía bajar la punta de la lanza. Entonces regresaba
junto al hilo y el gancho y seguía adelante hasta el
próximo obstáculo; nunca totalmente tranquilo,
porque sabía muy bien que, en el mejor de los casos,
cada respiro momentáneo no era el definitivo.
Cuando logró llegar junto al pan, ni siquiera
tenía hambre.
Se quedó frente al alto cuadrado blanco como
un niño frente a un edificio. No se le había ocurrido
hasta aquel momento, pero ¿cómo iba a arrastrar
aquella rebanada por sí solo?
«Bueno, no importa», pensó amargamente. De
todos modos, no necesitaría tanto pan. Sólo tenía
que durarle un día más.
Miró atentamente a su alrededor, pero no vio
nada. Quizá la araña estuviera muerta. No podía
creerlo, pero ya debería haberla visto. En todas las
300

