Page 312 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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no tenía nada que ver con la cuestión o, si tenía algo
que ver, debía convencerse de que no era así.
Ahora, lo único que contaba era él mismo. Y en
aquel momento decidió que, aunque muriera en el
empeño, aquella monstruosidad moriría con él.
Dejó de reflexionar en ese punto. Ya era suficiente.
Se encontró andando a través de la arena sobre
unas piernas que parecían de madera. «¿Adonde
vas?», se preguntó. La respuesta era evidente: «Voy
en persecución de la araña, y…».
El susurro de las sandalias sobre la arena cesó
de repente. ¿Y qué?
Se estremeció. ¿Qué podía hacer? ¿Qué podía
hacer contra una gigantesca araña de siete patas? Su
tamaño era cuatro veces superior al suyo. ¿De qué
iba a servirle el pequeño alfiler?
Se quedó un momento inmóvil, con la vista
perdida en el silencioso desierto. Necesitaba un
plan, y pronto. Ya volvía a tener sed. No había
tiempo que perder. «Muy bien», pensó, luchando
contra el creciente temor que le atenazaba; muy
bien, había que considerarla como a una bestia que
era necesario destruir. ¿Qué hacían los cazadores
cuando querían destruir a una bestia?
Encontró la respuesta en seguida. Un hoyo. La
araña se caería dentro y…
¡El alfiler! ¡Clavado con la punta hacia arriba,
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