Page 315 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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La araña debía estar en su telaraña. Eso es lo que
debía buscar. Avanzó a grandes zancadas, mirando
ansiosamente a su alrededor. Sentía el peso de una
enorme roca en el estómago. Sin el alfiler, se
encontraba indefenso. ¿Y si la araña se interponía
entre él y el hoyo? La roca se desplomó,
produciéndole un sobresalto. No, no —pensó con
desesperación—. No permitiré que eso ocurra.
Otro ruido. Se asustó, pero en seguida se dio
cuenta de que se trataba de los cimientos de la casa
y reanudó la marcha, con los músculos en constante
tensión.
Estaba oscureciendo. Se adentraba en las
sombras cada vez más, pues se alejaba de la luz que
entraba por la ventana. Su entrecortada respiración
le sacudía el pecho con rápidos movimientos
ascendentes y descendentes. Era la forma en que
actuaban las viudas negras, y él lo sabía muy bien;
reticentes y sigilosas por naturaleza, construían sus
telarañas en los rincones más oscuros y aislados.
Siguió internándose en la creciente penumbra, y
allí la encontró. Colgaba de la telaraña, agarrada a
los pegajosos hilos con una pata, como una
gigantesca perla negra de ébano con extremidades.
Scott sintió un instantáneo nudo en la garganta.
Hubiese querido tragar, pero tenía la garganta
calcificada. Creyó estar asfixiándose mientras
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