Page 343 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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No pudo decir otra cosa. La mano de su hija se
cerró alrededor de su cuerpo, ciñéndole desde los
hombros a las caderas, inmovilizándole los brazos
e impidiéndole respirar. La habitación se borró ante
sus ojos y él empezó a desvanecerse.
Después se encontró con el suelo del porche de
la casa de muñecas bajo los pies y la mano sujeta al
barandal de hierro forjado, mientras Beth le
contemplaba con ojos asustados.
—Quería llevarte de paseo —dijo.
Él abrió la puerta principal y se precipitó en el
interior de la casa con un portazo. Después se dejó
caer débilmente al suelo, respirando con dificultad.
En el exterior, Beth se defendió:
—No te he hecho daño.
Él no contestó. Se sentía igual que si le hubiesen
metido en una prensa.
—No te he hecho daño —repitió ella, y empezó
a llorar.
Sabía que aquel momento tenía que llegar, y ya
había llegado. No podía demorarlo más. Tenía que
pedirle a Lou que mantuviera a Beth lejos de él. Ella
no tenía la culpa.
Se puso débilmente en pie y se dirigió con paso
vacilante hacia el sofá. Oyó que Beth volvía a salir,
haciendo temblar el suelo bajo sus pies. El golpe de
la puerta al cerrarse le ocasionó un violento
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