Page 345 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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punto de estallar. Sólo había otro hombre con él,


            pero era su cuarto hijo y ya estaba acostumbrado.


            Estaba leyendo un libro titulado: La maldición de los


            conquistadores.  Scott  aún  se  acordaba  del  título.


            ¿Cómo  podía  un  hombre  estar  tan  tranquilo


            leyendo aquel libro, cuando su esposa se retorcía


            entre los dolores del parto? Quizá su esposa tuviera



            partos muy fáciles. La cuestión es que el hombre no


            pudo leer más de tres capítulos antes de que naciera


            su hijo, alrededor de la una de la madrugada. Se


            encogió de hombros, le guiñó un ojo a Scott y se fue


            a su casa. Scott soltó una palabrota en voz baja al


            verle  salir,  y  se  quedó  solo  en  la  sala  de  espera,


            aguardando.


                   A las siete y un minuto de la mañana, Elisabeth


            Louise comparecía.



                   Volvió a ver al doctor Arron, que salía de la sala


            de partos y andaba hacia él por el pasillo, rozando


            apenas las baldosas del suelo con sus zapatos de


            suaves  suelas.  Una  docena  de  distintos  horrores


            cruzaron por la mente de Scott. Ella ha muerto. El


            niño  ha  muerto.  Es  anormal.  Son  mellizos.  Son


            trillizos.



                   No fue nada de todo eso. El doctor Arron le dijo:


                   —Bueno, tiene usted una hija.


                   Entonces  le  condujeron  a  una  ventanilla  de


            cristal,  tras  la  que  una  enfermera  sostenía  una






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