Page 79 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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preocupaciones; se ocuparía de ello cuando llegara
el jueves.
Trepó fuera de la caja. Fuera hacía mucho más
frío. Se estremeció. Aunque había estrujado la
túnica cuanto pudo, ésta seguía mojada por las
enormes gotas.
Se sentó en la gruesa vuelta de cuerda, con una
mano en el montón de las bien ganadas migas.
Pesaban demasiado para llevarlas durante todo el
descenso. Tendría que hacer una docena de viajes
como mínimo, y eso era imposible. Incapaz de
resistir, cogió una miga tan gruesa como su puño y
la mordisqueó con satisfacción mientras pensaba en
el problema de bajar su comida.
Al fin, comprendiendo que sólo habría un
medio, se levantó con un suspiro y regresó a la caja.
Tendría que emplear papel encerado, pensó.
Bueno, al demonio con todo; sólo durarían dos días
como máximo.
Con un gran esfuerzo de los músculos de los
brazos y la espalda, y los pies apuntalados contra el
lado de la caja, rompió un trozo de papel del
tamaño aproximado de una alfombrilla. Lo arrastró
hasta el borde de la nevera y lo extendió sobre su
superficie. En el centro hizo un montón en forma de
cono con sus migas, y después las envolvió hasta
conseguir un paquete tirante y cuidadosamente
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