Page 80 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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cerrado que le llegaba a las rodillas.


                   Se  echó  sobre  el  estómago  y  escudriñó  por


            encima del borde de la nevera. Ahora estaba a una


            altura  del  suelo  mucho  mayor  que  cuando  se


            encontrara en el distante precipicio que marcaba la


            frontera del territorio de la araña. Una larga caída


            para su carga. Bueno, ya eran migas; no se perdería



            nada,  aunque  se  convirtieran  en  migas  más


            pequeñas. No parecía que el paquete fuera a abrirse


            durante el descenso; esto era lo más importante.


                   Brevemente,  a  pesar  del  frío,  paseó  la  mirada


            por el sótano.


                   Estar  alimentado  suponía  una  diferencia


            primordial.  El  sótano  había  perdido  su  amenaza,


            por lo menos de momento. Era una tierra extraña y


            fría iluminada por la escasa luz de un día de lluvia,



            un  reino  de  verticales  y  horizontales,  de  grises  y


            negros sólo aliviados por los polvorientos colores


            de los objetos almacenados. Una tierra de rugidos y


            torrentes, de ruidos intermitentes que sacudían el


            aire como muchos truenos. Su tierra.


                   Mucho  más  abajo  estaba  la  gigantesca  mujer


            que  le  miraba,  todavía  apoyada  contra  la  roca,



            inmovilizada  eternamente  en  aquella  postura  de


            calculada invitación.


                   Suspirando, se echó hacia atrás y se levantó. No


            había tiempo que perder; hacía demasiado frío. Se






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