Page 76 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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lanzó uno de ellos contra la galleta. Tenía la vista


            empañada por las lágrimas, y falló el golpe. Repitió


            la acción y provocó una rociada de migajas blancas.


                   —¡Hija  de  perra!  —gritó,  dando  patadas  a  la


            galleta  hasta  reducirla  a  diminutos  pedazos,  que


            lanzaba  en  todas  direcciones  como  rocas


            empapadas.



                   Se  apoyó  débilmente  contra  las  paredes  de


            papel  encerado,  con  el  rostro  pegado  a  su  fría  y


            crujiente  superficie,  mientras  su  entrecortada


            respiración provocaba rápidas subidas y bajadas en


            su  pecho.  «Calma,  calma»,  fue  la  advertencia  en


            susurros. Cállate —le contestó él—. Cállate, me estoy


            muriendo.


                   Notó el bulto de una afilada arruga del papel


            bajo su frente y cambió irritado de posición.



                   Entonces se le ocurrió.


                   ¡El  otro  lado  del  papel  encerado!  Todas  las


            migas  que  hubieran  caído  allí  habrían  estado


            protegidas.


                   Con  un  gruñido  de  excitación  arañó  el  papel


            encerado,  tratando  de  rasgarlo.  Sus  dedos  se


            deslizaron por la brillante y suave superficie y se



            cayó sobre una rodilla.


                   Estaba  poniéndose  en  pie  cuando  el  agua  le


            alcanzó.


                   Un  grito  de  asombro  salió  de  su  garganta






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