Page 744 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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apresuradamente para el puesto después de la caída del

           experimentado  Rutilio.  Cuando  cinco  mil  soldados


           habían  sido  expulsados  del  campo  de  batalla  hasta  el

           siguiente fuerte, seguidos por dos o tres veces su número,

           cogías lo que podías.



                 Luperco se encogió de hombros.



                 —Uno acaba sintonizando con sus humores.




                 No todas las señales eran sutiles. Más allá del río y

           más allá del tumulto masculino de la orilla, el humo se

           elevaba alejándose de hervidores y asados. Las mujeres y

           los niños de la región habían venido para incitar a sus


           hombre  a  la  batalla.  Nuevamente  entre  ellos  había

           comenzado el lamento. Se extendió y se hizo más fuerte

           mientras  escuchaba,  como  una  sierra,  con  un  ritmo

           subterráneo,  ha‐ba‐da‐ha‐ba,  ha‐ba‐da‐da.  Más  y  más


           oídos se pusieron a escuchar; el caos se acercaba.



                 —No  creo  que  Civilis  quiera  acción  —dijo  Aleto.

           Luperco  había  separado  al  veterano  centurión  de  los

           fragmentos que habían sobrevivido a su mando para que


           fuese su oficial y consejero. Aleto hizo un gesto hacia la

           empalizada  de  lo  alto  del  terraplén—.  Los  últimos

           ataques le han costado mucho.



                 Los  cuerpos  tirados,  hinchados,  sin  color,  entre

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