Page 747 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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La tranquilidad se ocultaba en las sombras; durante
un momento pudo cerrar los oídos al canto salvaje. Su
mente vagó libre a lo largo de millas y años, sobre los
Alpes y el sur hacia el mar azul a la bahía y las montañas
majestuosas, una ciudad escondida, una casa y un patio
de rosas, Julia, los niños… Publio debía de estar
acercándose a la madurez, Lupercila sería una joven
dama, y ¿habría superado Marco esos problemas con la
lectura?… Las cartas llegaban tan irregularmente, eran
tan infrecuentes. ¿Cómo les iba? ¿Cómo iban las cosas en
Pompeya?
Olvídate de ellos. Tengo mis propios asuntos que tratar.
Siguió, inspeccionando, planeando, dando instrucciones.
Cayó la noche. Los fuegos saltaban enormes
alrededor del fuerte, donde los guerreros comían y
bebían. Habían saqueado incontables ánforas de vino.
Con el tiempo empezaron sus roncas canciones de guerra.
Al fondo, sus mujeres aullaban como halcones.
Uno a uno, grupo a grupo, se pusieron en pie,
cogieron las armas y se arrojaron contra la muralla. En la
oscuridad, sus lanzas, flechas y hachas sólo hendían el
aire. Los romanos los veían con claridad bajo la luz de sus
fuegos. Jabalinas, hondas, catapultas se encargaban de
ellos, primero de los más valientes y chillones.
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