Page 933 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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ocasionales navegaban hasta Dinamarca y más allá,
saltándose la larga cadena de intermediarios.
Especialmente por el ámbar.
—Esto podría ser importante. Comprobémoslo. —
Everard amplió la imagen.
Floris ya lo había hecho. Soltó un grito.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó Everard.
Floris se lanzó hacia abajo. El aire hendido gemía a su
espalda.
—¡Detente, loca! —gritó Everard—. ¡Vuelve!
Floris no le hizo caso, no hizo caso a sus oídos a punto
de estallar, a nada, sólo a lo que tenía justo delante. Su
grito seguía resonando. Podría haber sido el de un halcón,
o el de una valquiria furiosa. Everard golpeó los controles
con el puño, soltó una maldición e, inexorable, aunque no
indefenso, la siguió a menor velocidad. Se detuvo a unos
treinta metros de altura, manteniendo el sol a la espalda.
Los hombres, reunidos para contemplar el
espectáculo o esperar su turno, lo oyeron. Levantaron la
vista y vieron un caballo de la muerte que se abalanzaba
sobre ellos. Gimieron y corrieron en todas direcciones. El
que estaba sobre la chica la soltó, se puso de rodillas y
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