Page 123 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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ellas sus corifeos vitoreaban con frenesí a su líder, que
cada vez mostraba un tono más arrogante. La ironía que
encerraba todo ello... el Führer, dominado por un júbilo
colosal ante aquella absurda lista (más tarde había de
invadir sistemáticamente casi todas las naciones
enumeradas), las aclamaciones de la servil asamblea...
Joseph Adams escuchaba y observaba, notando en su
interior un eco de aquellos alaridos, una alegría sardónica
idéntica a la de Hitler... y al mismo tiempo sentía un
asombro sencillo, casi infantil, ante el hecho de que tal
escena pudiera haber ocurrido en realidad. Y así era.
Aquel fragmento perteneciente al primer capítulo del
Documental A, era auténtico, por manicomial que esto
pareciese, considerando su carácter fantástico.
¡Ah!, pero en seguida salía a relucir la maestría del
productor berlinés de 1982. La escena del Reichstag
terminaba en un fundido encadenado con otra escena:
una multitud de alemanes hambrientos, de miradas
vidriosas, durante la Depresión de la República de
Weimar, en los días anteriores a Hitler. Desempleo.
Bancarrota. Gentes arruinadas. Una nación derrotada, sin
futuro.
El comentario de la banda sonora, debido a la voz suave
pero firme del excelente actor contratado por Gottlieb
Fischer ‐se llamaba Alex Sourberry o algo parecido‐
empezó a alzarse, a imponer su presencia auditiva como
interpretación de lo visual. Y lo visual ahora, consistía en
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