Page 127 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   127


           robaron el secreto de la bomba atómica y los entregaron

           a la Unión Soviética.


              Otro ejemplo era la escena inicial del cuarto episodio de

           la  versión  A.  Bobinando  película,  Joseph  Adams  la

           detuvo  en  aquel  episodio  y  miró  a  la  moviola,  aquella


           bola de cristal de la tecnología moderna que mostraba, no

           el futuro, sino el pasado. Y...

              Ni  siquiera  el  verdadero  pasado,  sino  el  fraude  que


           entonces apareció ante su vista.

              El  aparato  mostró  una  secuencia  cinematográfica,

           narrada  por  el  imperturbable  Alex  Sourberry  con  su


           sonsonete  hábil  y  untuoso.  Una  escena  de  importancia

           vital  para  la  moraleja  que  debía  desprenderse  de  la


           versión A, de acuerdo con los planes de Gottlieb Fischer

           respaldados por los militares de la Wes‐Dem. Dicho en

           otras palabras, ahí estaba la razón de ser de las veinticinco


           horas largas que totalizaban los capítulos de la versión A.

              La escena mostraba unos diminutos personajes que no


           eran  sino  varios  jefes  de  Estado  reunidos:  Roosevelt,

           Churchill y Stalin. Era la fatídica conferencia de Yalta.

              Allí estaban juntos los tres dirigentes mundiales, para


           que los fotografiasen; era aquel un momento histórico de

           una  magnitud  inconcebible.  Y  nadie  podría  olvidarlo

           jamás, porque fue allí ‐decía la suave voz de Sourberry‐


           donde  se  tomó  la  importante  decisión.  Todos  podían

           verlo con sus propios ojos.







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