Page 178 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 178
con el señor Foote; para serle franco, el señor Foote está
muy preocupado por usted, a nivel extrasensorial.
Sin ocultar su contrariedad, Runcible dijo:
‐Habría preferido que la preocupación de Webster se
hubiese reflejado en un mayor volumen de datos.
Con un filosófico gesto de disculpa, el agente británico
dijo:
‐Sin duda el señor Foote piensa igual. ‐Se puso entonces
a rebuscar entre sus papeles, como si tratara de encontrar
algo más‐. ¡Ah, sí! Otra cosa que no parece tener relación
con eso, pero es interesante. Se trata de una mujer que
trabajaba para la Organización Yance y se llamaba Arlene
Davidson. Tenía su finca en Nueva Jersey y era la
dibujante número uno de la Agencia. Murió de un infarto
de miocardio el pasado fin de semana. Exactamente el
sábado, a hora muy avanzada de la noche.
‐¿Y no intentaron ponerle un corazón artiforg?
‐No, señor.
‐¡Maldito bicho! ‐masculló Runcible, refiriéndose a
Brose. ¡Cómo lo odiaba!... No era posible odiarlo ya más.
‐Todo el mundo sabía que la Davidson sufría del
corazón ‐comentó el hombre de Foote‐. Lo tenía
hipertrofiado desde la infancia, a pausa de unas fiebres
reumáticas.
‐Dicho de otro modo...
‐Quizá tuvo que realizar un trabajo agotador a plazo
fijo, y se mató trabajando. Pero eso es una simple
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