Page 181 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   181


           hombres se alzaron para cerrar el paso a Nicholas Saint‐

           James.


              ‐¿Cómo es que no te ha interceptado ningún robot? ‐dijo

           el  primero  de  ellos,  barbudo  y  harapiento  como  sus

           compañeros,  pero  evidentemente  en  buen  estado  de


           salud, lo mismo que ellos.

              Agotado,  exhausto,  Nicholas  permaneció  en  pie

           algunos momentos antes de sentarse sobre un sillar roto.


           Buscó  inútilmente  un  cigarrillo  en  el  bolsillo  de  su

           chaqueta ‐el  paquete  le  había  sido  arrebatado  por  el

           robot‐ y luego dijo:


              ‐Dos trataron de hacerlo cuando salí a la superficie. Sin

           duda localizaron las vibraciones de mi excavadora.


              ‐En efecto, no se les escapa nada ‐asintió el que parecía

           ser  el  jefe  del  grupo‐.  Captan  inmediatamente  las

           vibraciones de cualquier máquina. Y también las señales


           de radio, si por ejemplo tú...

              ‐Sí. Llevaba un intercomunicador para hablar con los de


           abajo. Grabaron toda la conversación.

              ‐¿Y por qué te soltaron?

              ‐No me soltaron; fueron destruidos ‐repuso Nicholas.


              ‐Comprendo; tus amigos del tanque subieron después y

           se  los  cargaron.  Es  lo  mismo  que  hicimos  nosotros;

           subimos cinco, y ellos capturaron al primero que salió. No


           lo mataron; se disponían a llevárselo a uno de esos... tú

           no sabes de qué se trata. A un bloque de apartamentos de

           Runcible.  Sí,  a  una  de  esas  prisiones ‐dirigió  una




                                                                                                             181
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