Page 186 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 186
Sus compañeros asintieron enérgicamente. Estaban de
acuerdo con sus palabras: aquello no era justo. De eso no
había duda. Nicholas les preguntó entonces:
‐Y vosotros, ¿cómo vivís? ¿De dónde sacáis la comida?
‐Y luego se le ocurrió otra cosa‐: ¿Supongo que no seréis
los únicos... que habrá otros como vosotros?
‐Nuestro grupo está formado por doscientos antiguos
habitantes de los tanques ‐repuso Blair‐. Todos vivimos
aquí, en las ruinas de Cheyenne. Deberíamos estar en esas
prisiones, en los enormes bloques de viviendas que
construye ese tipo que ya te mencioné, llamado Runcible.
No está mal; es mejor que vivir en los tanques... quiero
decir que en ellos no se siente uno como en una ratonera.
Pero nosotros queremos... ‐hizo un ademán vago‐. No sé
explicarlo.
‐Queremos ir y venir a nuestro antojo ‐terció uno de los
barbudos‐. Aunque en realidad no podemos hacerlo
viviendo como vivimos. No podemos arriesgarnos a salir
de la zona de Cheyenne, porque los robots nos
apresarían.
‐Y ¿por qué no vienen aquí a buscarlos? ‐le preguntó
Nicholas.
‐Ya lo hacen ‐repuso Blair‐ pero la verdad es que... no
ponen mucho empeño en ello, ¿entiendes? Se limitan a
cubrir el expediente. Pues resulta que esto forma parte de
una nueva residencia en construcción; la villa
propiamente dicha aún no está terminada, y el terreno
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