Page 198 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 198
completamente solos en haciendas de miles de hectáreas,
con la única compañía de sus robots.
‐Pero ¿acaso no tienen familias ‐preguntó Nicholas‐ ni
hijos?
‐Casi todos ellos son estériles ‐contestó Blair‐. Recuerda
que estaban en la superficie durante la guerra. Casi todos
eran alumnos de la Academia del Arma Aérea de Estes
Park. Y sobrevivieron; esos jóvenes cadetes de Aviación
eran la élite del ejército. Pero... no pueden reproducirse.
En cierto modo, es el altísimo precio que tuvieron que
pagar por lo qué poseen, por haber estado protegidos en
aquella enorme fortaleza de las Montañas Rocosas, a
prueba de bombas.
‐Nosotros también tuvimos que pagar ‐objetó Nicholas‐
Fíjate en qué hemos recibido a cambio.
‐Espera un poco ‐le dijo Blair‐. Ten paciencia y piénsalo
bien antes de regresar a tu tanque para decirles la verdad,
porque teniendo en cuenta cómo funciona el sistema de
aquí arriba...
‐Estarían mejor ‐terció con desafío uno de sus
compañeros barbudos‐. Parece que se te ha olvidado lo
que es la vida allí abajo; te estás haciendo cazurro como
el viejo Brose. Runcible se ocupa de darles bienestar; es
un magnífico constructor que les ha puesto ping‐pong,
piscinas y suelos de moqueta de pared a pared, hechos de
unta curiosa imitación de plástico...
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