Page 201 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 201
organización del antiguo sistema de fábricas automáticas
había sido destruida por la guerra. Los que llevaban una
existencia subterránea en los tanques lo ignoraban, por
supuesto; como ignoraban de dónde procedían aquellas
remesas de piezas. Porque decírselo habría equivalido a
hacerles saber que en la superficie vivían seres humanos,
y esto sí que era imposible.
Todo estriba, se dijo Hig, en procurar que no lo sepan,
porque si se enteran y suben en masa a la superficie
tendremos otra guerra.
Al menos, así se lo habían enseñado. Y él no ponía en
duda tal afirmación; a fin de cuentas, no era un hombre
de Yance, sino sólo un empleado de la Agencia, o sea, de
Brose. Algún día, si tenía suerte y cumplía, Brose
propondría su candidatura y se le autorizarla legalmente
a buscar un terreno radioactivo donde edificar su
residencia... suponiendo que para entonces aún quedasen
terrenos radioactivos.
«Como resultado de este trabajo, de este
importantísimo proyecto especial de la Agencia, quizá
seré ascendido a hombre de Yance ‐pensó Hig‐. Y
entonces podré pagar a esos detectives particulares de
Webster Foote para que examinen con sus contadores
Geiger las zonas calientes que aún quedan, y podré
empezar la larga espera que ha iniciado ya David
Lantano. Si él lo consiguió, también puedo hacerlo yo...
porque a ése, ¿quién le conocía?»
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