Page 193 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 193
‐Para gobernar ‐contestó Blair sin detenerse; los cuatro
andaban aprisa, ansiosos por regresar a lo que llamaban
su refugio, un sótano profundo no contaminado por las
bombas de hidrógeno que habían aniquilado aquella
ciudad.
‐Para gobernar ‐repitió Nicholas‐. Ya entiendo. Aunque,
como sin duda recordarás, Fischer desapareció en el
curso de aquel malhadado viaje a Venus: quiso ser uno de
los primeros exploradores del espacio, participó en la
expedición y así fue como...
‐Sí, lo recuerdo ‐le interrumpió Nicholas. El suceso fue
publicado en grandes titulares por la prensa de la época:
la trágica muerte de Gottlieb Fischer, desaparecido en
plena madurez. Los propergoles de su astronave se
incendiaron durante la reentrada... Fischer murió antes
de cumplir los cuarenta años, y no hubo más
Documentales ni películas de una categoría comparable a
Victoria en el Oeste. Después sólo se produjeron películas
anodinas, exceptuando los interesantes films
experimentales hechos poco antes de la guerra por un
ruso, un productor soviético cuya obra fue prohibida por
las democracias occidentales... ¿cómo se llamaba?
Mientras apretaba el paso detrás de los cuatro
barbudos, que andaban a toda prisa, Nicholas recordó el
nombre de aquel productor: era Eisenbludt. El que según
acababa de decir Blair trucaba todas las escenas de guerra
destinadas a los habitantes de los tanques, tanto para la
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