Page 202 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 202
La penúltima verdad Philip K. Dick 202
‐¿Qué le parece esto, señor Hig? ‐le gritó un obrero
humano, señalando a todas las excavadoras que iban
sacando gigantescas paladas de tierra para arrojarlas a los
convertidores.
‐¡Muy bien! ‐le respondió Hig, haciendo bocina con las
manos.
Se acercó aún más á la excavadora, para examinar la
tierra rojiza, dura y compacta que iba quedando al
descubierto. Las excavadoras tenían que ahondar hasta
cinco metros, creando una depresión plana de tres
kilómetros cuadrados de superficie. No se trataba de
ninguna obra fuera de lo común, pues la maquinaria de
Runcible ya había acometido otras empresas parecidas;
en principio el problema consistía en terraplenar por
igual. Aquí y allá se veían brigadas de topógrafos,
formadas por robots muy perfeccionados, que
determinaban el futuro plano horizontal mediante
taquímetros montados sobre trípodes. La excavación,
pues, no requeriría mucho tiempo; no era como aquello
no era nada en comparación.
Los artefactos enterrados tenían que aparecer pronto, o
de lo contrario ya no serían encontrados. La labor de
terraplenado quedaría terminada en menos de dos días.
«Confío en que no se hayan equivocado ‐se dijo Hig‐, y
que no hayan enterrado esos condenados artefactos a
demasiada profundidad. Porque de, ser así ya podemos
despedirnos del proyecto especial; habremos fracasado
202

