Page 221 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 221
programa, por medio de una rápida secuencia de
maniobras en sus interruptores. La carcasa que formaba
el cuerpo de la máquina cambió totalmente de forma
mientras un lento calor cuidadosamente regulado
ablandaba el plástico; la máquina se volvió larga y
delgada y, después de adquirir esta nueva forma,
retrocedió sobre sus ruedas traseras, sobre las que volvió
a erguirse. El efecto que producía de está guisa, si alguien
la hubiera visto, habría sido de lo más cómico. La
máquina se balanceaba como una serpiente, procurando
mantener el equilibrio. Estuvo a punto de caerse primero
a un lado y después hacia el otro, porque al adquirir una
forma tan alta y alargada, su base de sustentación era
insuficiente. No obstante, estaba demasiado atareada
para reparar en el problema de sus oscilaciones laterales;
el circuito maestro que la controlaba, el reloj, como lo
llamaban los técnicos que la construyeron durante la
guerra, se centraba en algo más importante que un
equilibrio vertical.
Una vez completada su actividad móvil y
deambulatoria, la máquina trataba de localizar
exactamente el corazón que latía en el pecho del hombre
dormido, guiada por los dobles tropismos del calor y el
ritmo respiratorio, que se reforzaban mutuamente.
Tras varios minutos consiguió su propósito; apuntó al
punto escogido, que era el corazón humano, su sistema
de percepción; los sensores estetoscopios lo centraron
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