Page 217 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   217


           corredor, de regreso a su despacho como si nada hubiera

           ocurrido.


              En  realidad,  nada  había  sucedido.  Era  una  amarga

           verdad; nada, nada en absoluto.

              Ello quería decir que las cosas seguirían por sí mismas:


           fuerzas  que  él  no  entendía,  sustanciales  pero  remotas,

           ocultas,  que  se  agitaban  como  mariposas  en  el  mismo

           umbral de su percepción; formas que aleteaban cruzando


           el firmamento de su vida sin dejar rastro ni sensación. Se

           sintió  ciego,  asustado  y  desvalido.  Pero  seguía

           caminando, porque esto era lo natural. Y no le quedaba


           otra cosa que hacer.

              Y  mientras  avanzaba,  aquello  se  movió.  Se  agitó;  lo


           sintió  rodar  hacia  delante,  avanzando  de  un  modo

           inexorable, en línea recta.






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              La  máquina  avanzaba  sobre  sus  ruedas  de  goma  a

           través del césped cuidadosamente cortado, abandonado


           momentáneamente a la sazón porque era de noche y los

           robots  jardineros  estaban  recogidos  e  inmóviles  en  sus

           cobertizos. No hacía el menor ruido y se orientaba por el


           eco  de  las  señales  de  radar  que  emitía  con  frecuencia

           distinta de todas las normalmente utilizadas. Las señales

           empezaron  a  llegar  en  una  sucesión  que  indicaba  a  la




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