Page 220 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 220
Atraída por ambos tropismos en sincronización, la
máquina se volvió hacia aquel lado.
Al pasar frente a la puerta de un armario se detuvo,
emitió un chasquido y luego un impulso eléctrico que
correspondía a la onda alfa de un cerebro humano... en
realidad, de un cerebro humano bien determinado.
El aparato grabador oculto en el interior del armario
recibió la señal y la depositó de manera indeleble dentro
de una caja cerrada con llave y oculta en lo más profundo
de la pared, en un lugar inaccesible para quien no
dispusiera de una perforadora o de la llave adecuada. Sin
embargo, la máquina no conocía estos detalles, y de
haberlos conocido no le habrían importado; estos detalles
no le concernían.
Siguió avanzando sobre sus ruedas de goma.
Al transponer la puerta abierta y penetrar en el
dormitorio se detuvo, se irguió sobre sus ruedas traseras
y extendió un pseudópodo que con la mayor destreza,
aunque perdiendo en ello varios segundos, introdujo un
trocito de tejido de fibra artificial entre los adornos de
bronce de la puerta. Hecho esto siguió avanzando,
deteniéndose sólo una vez para soltar tres cabellos y un
trocito de cuero cabelludo reseco. Pero esto no afectó en
modo alguno al doble tropismo que la conducía hacia el
hombre que dormía apaciblemente en la cama.
Al llegar junto a ésta se inmovilizó totalmente.
Comenzaba entonces la parte más complicada de su
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