Page 218 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 218
máquina que el gran edificio de piedra ‐tropismo de la
primera fase de su viaje homeostático, dividido en
numerosas secciones‐ quedaba cada vez más cerca, como
estaba previsto, y empezó a reducir la marcha hasta
chocar por último silenciosamente contra la pared de la
casa, donde se detuvo un momento mientras la etapa
siguiente de su programa, con el giro de una leva, se
colocaba en posición.
Con un «clic», empezó la fase segunda.
Por medio de ventosas insertadas sobre los rígidos
radios de un árbol central giratorio accionado por un
motor, la máquina trepó sobre la superficie vertical hasta
llegar al alféizar de una ventana.
Entrar en el edificio a través de la ventana no planteada
la menor dificultad, pese a que aquélla estaba cerrada con
llave y su estructura era de aluminio. La máquina,
sencillamente, sometió el cristal a los efectos de un súbito
e intensísimo calor... el cristal se fundió, goteando como
miel y dejando un amplio agujero redondo en el
mismísimo centro, adonde se había dirigido el rayo
calórico. Sin la menor dificultad, la máquina se desvió de
la vertical para salvar el bastidor de aluminio...
Y, momentáneamente posada sobre éste, realizó la
cuarta fase de su programa total: sobre aquel metal más
bien blando aplicó una presión equivalente a un peso de
cien kilos. El bastidor cedió y se dobló, quedando
deformado. Satisfecha; la máquina ascendió de nuevo
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