Page 36 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 36
‐Pues yo no te obedeceré ‐repuso Nicholas‐. Esa gente
está cansada y no es momento de pincharlos. Con la
muerte de Souza...
‐Te equivocas: es precisamente el momento más
adecuado para pincharlos ‐repuso Nunes‐. Quizás
olvidas que yo me formé, Nick, en el Instituto Psiquiátrico
Waffen de Berlin, y por los propios ayudantes de la
señora, de modo que sé muy bien lo que me hago. ‐Alzó
entonces la voz para dirigirse al auditorio‐: Como todos
ustedes saben, nuestro mecánico jefe era...
De entre la masa se levantó una voz hostil y burlona que
le interrumpió:
‐¿Sabe qué le digo? Le regalaremos un cucurucho de
nabos, comisario. Perdón: señor comisario político Nunes.
Luego veremos cuanta sangre es capaz de exprimirles,
¿de acuerdo?
Se oyeron murmullos de aprobación por doquier.
‐Ya te lo dije ‐dijo Nicholas, volviéndose hacia el
comisario quien, rojo y congestionado, estrujaba sus
notas entre los dedos agarrotados‐. ¿Ahora, quieres
dejarles que se vayan a la cama?
Por toda respuesta, Nunes dijo en voz alta:
‐Ha surgido un desacuerdo entre vuestro presidente
electo y yo. Como solución de compromiso, voy a
formular sólo una última pregunta.
Hizo una pausa, paseando su vista por el rostro de los
reunidos, que esperaban, temerosos y cansados. El que
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