Page 41 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   41


              ‐¿Qué pasa? ‐preguntó él cautelosamente. Era evidente

           que  ella  había  querido  que  él  viese  aquello,  el


           audiograbador  y  el  archivo  de  cintas  que  guardaba  a

           escondidas de todos. El la conocía más íntimamente que

           cualquier  otro  habitante  del  Tom  Mix;  sin  embargo,


           aquello le dejó estupefacto.

              Carol dijo entonces:

              ‐He hecho una audiograbación del discurso de Yancy.


           Al menos, de la parte del mismo que pude oír.

              ‐¿Y esas otras cintas que guardas ahí?

              ‐Son de discursos anteriores de Yancy. De discursos que


           pronunció el año pasado.

              ‐¿Es legal eso?


              Mientras  reunía  las  cinco  copias  del  certificado  de

           defunción de Maury Souza y las insertaba en la ranura

           del transmisor Xerox que las enviaría a los archivos de


           Estes Park, Carol contestó:

              ‐En realidad, es completamente legal. Ya me preocupé


           de averiguarlo.

              ‐A veces pienso que estás loca ‐dijo él, más aliviado.

              La  mente  de  Carol,  en  efecto,  siempre  tomaba  el


           derrotero  más  inesperado,  con  su  plenitud  de  ecos  y

           centelleos  de  inteligencia,  lo  que  siempre  conseguía

           dejarle  a  él  totalmente  desconcertado;  nunca  lograba


           ponerse a su altura, y esto no hacía más que aumentar el

           temor y el respeto que le inspiraba.

              ‐Explícate ‐le dijo.




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