Page 37 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 37
antes había manifestado hostilidad guardó silencio;
Nunes los tenía intimidados porque era la única persona
del tanque que no era un simple ciudadano, sino un
funcionario de la Wes‐Dem y le bastaría una orden para
hacer descender a un escuadrón de policías o, si los
agentes de Brose no estuviesen a mano, podía llamar a un
comando de los veteranos robots armados del General
Holt.
‐El comisario ‐anunció Nicholas‐ os hará una sola
pregunta. Y luego, si Dios quiere, nos iremos todos a la
cama.
Después de estas palabras tomó asiento.
Nunes, con expresión meditabunda, articuló con voz
lenta y fría:
‐¿Qué podemos hacer por el señor Yancy, para
compensarle por nuestros fracasos?
Nicholas gimió interiormente. Pero nadie, ni siquiera él,
poseía poder legal o de otro tipo para pararle los pies a
aquel hombre, a quien la voz hostil procedente del
público había llamado antes, correctamente, su comisario
político, Aunque mirándolo bien y con arreglo a la ley, tal
cosa no era totalmente perjudicial, porque gracias al
comisario Nunes existía un vínculo humano directo entre
el tanque y el Gobierno de Estes Park; en teoría al menos,
ellos podían interpretar al Gobierno a través de Nunes, lo
cual permitía que, incluso en medio de una guerra
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