Page 73 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 73
‐Recientemente se ha enfriado una zona caliente al sur
de Utah, cerca de donde se encontraba Saint‐George... el
nombre aún figura en los mapas. En fin, cerca de la
frontera con Arizona. Es una región de colinas de piedra
rojiza. Los Geigers de Runcible señalaron el descenso de
la radiactividad antes que nadie, y ahora él reclama esas
tierras; lo de siempre. ‐Brose hizo un gesto de desprecio,
aunque resignado‐. Dentro de pocos días piensa enviar
allí sus bulldozers automáticos y empezar a terraplenar la
zona para levantar allí un nuevo conglomerado de
apartamentos... Como usted sabe, posee todo ese
poderoso y primitivo equipo pesado para obras de
construcción, que transporta de un lugar a otro del
mundo.
‐Esa maquinaria es la mejor ‐observó Adams‐ para
levantar esa clase de edificaciones. Los apartamentos se
construyen en un santiamén.
‐Pues verá usted ‐dijo Brose‐. Nosotros necesitamos esa
zona.
«Embustero», pensó Adams. Se levantó y, volviéndose
de espaldas a Brose, exclamó en voz alta:
‐¡Embustero!
‐No puedo oírle.
Volviéndose hacia él, Adams dijo:
‐Aquello es sólo roca. ¿A quién se le ocurriría edificar
allí una residencia? ¡Santo Dios, algunos de nosotros
tenemos fincas de más de un millón de hectáreas!
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