Page 21 - Limbo - Bernard Wolfe
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rastrear los senderos desde la gelatina exterior del



            cerebro  hasta  el  oculto  cerebelo,  el  tálamo,  el


            hipotálamo.                   Inyectó             expertamente                     —pero


            tensamente: siempre se sentía tenso con las agujas


            hipodérmicas—, mientras sus ayudantes seguían


            con  sus  escrupulosas  anotaciones  acerca  del


            funcionamiento  de  los  labios,  las  contracciones


            del cloaca, las pulsaciones de la pelvis.



                  Mientras  la  estricnina  avanzaba  por  el


            laberinto del cerebro y los indicadores saltaban,


            bajó la mirada hacia el rostro de Moaga, hacia los


            ojos  enormemente  abiertos  que  veían  poco  y


            decían mucho. Ojos balbuceantes, ojos delirantes.


            Como  siempre,  las  drogas  rotabunga  habían



            inducido un estado completamente comatoso en


            el cual los ojos permanecían abiertos; durante casi


            diecinueve  años  había  estado  realizando


            Mandungas  allí  en  la  caverna,  y  en  ninguna


            ocasión había sido capaz de desviar enteramente


            su  atención  de  aquellos  elocuentes  ojos


            enormemente abiertos. ¿Qué era lo que siempre



            creía ver en ellos? Una helada acusación, glaciares


            de acusación.


                  Una vez los experimentos de rutina estuvieron


            completados, no le tomó mucho tiempo realizar


            la operación en sí. Primero colocó en su lugar el



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