Page 17 - Limbo - Bernard Wolfe
P. 17

y comería más tapioca, tomaría más rotabunga. Se



            efectuara con trepanadoras eléctricas y escalpelos


            de  acerocromo  y  suturas,  o  con  los  antiguos


            cinceles  manejados  a  base  de  golpes  con  viejas


            piedras, el resultado era siempre la misma magia:


            el  trastornado  se  despertaba  ya  no  trastornado,


            sólo  ligeramente  soñoliento.  Cuando,  por


            supuesto, no moría. La verdad era que muy pocos



            pacientes  morían  desde  que  el  doctor  había


            introducido  las  trepanadoras  y  la  asepsia  y  la


            anatomía y la penicilina.


                  El doctor Martine insertó un fino instrumento


            de metal en la incisión y apretó; en un momento


            el cráneo cedió y comenzó a abrirse. Un ayudante



            estaba  de  pie  a  su  lado  con  sus  enguantadas


            manos  extendidas,  y  pese  a  la  mascarilla


            quirúrgica  Ubu  le  reconoció  como  el  hijo  de


            Martine, Rembó. El muchacho tomó el casquete


            craneano, sujetándolo como un bol en el ritual del


            festín  de  la  tapioca,  e  inmediatamente  lo


            sumergió  en  una  gran  bandeja  conteniendo  la



            habitual solución salina.


                  Pese  a  las  docenas  de  veces  que  Ubu  había


            contemplado  aquella  ceremonia,  pese  a  los


            centenares  de  veces  que  la  había  realizado  (al


            menos en su antigua versión de la roca y el cincel)



                                                                                                         17
   12   13   14   15   16   17   18   19   20   21   22