Page 590 - Limbo - Bernard Wolfe
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penetrar la inconsistente armadura de aquellas
aguas engañosamente suaves, tan aquiescentes en
su superficie, tan retadoras en su fondo; cómo
intentó siempre, con frenéticas y retorcientes
zambullidas, horadar aquella resistencia, cómo
siempre fracasó en su empeño, y finalmente se
quedó con una vaga y molesta sensación de
frustración y derrota. Había querido ser atrevido
a toda costa, firme como una flecha, sin
remordimientos, fuerte y compacto, como la proa
incorruptible de los Alpes hendiendo las
cordilleras montañosas. Pero siempre la flotante
pasividad de las aguas, sin ningún esfuerzo en
apariencia, lo había vencido y lo había puesto en
ridículo. ¡La Madre Naturaleza! No era extraño
que los hombres le hubieran atribuido una
especie de fetichismo a la Naturaleza,
colocándola como ejemplo de maternidad
(mientras que el principio paterno era situado
normalmente en la tormenta: Padre Tiempo). Bajo
la blanda superficie de la Naturaleza había
espinas de acero. Uno se reclinaba contra su
pecho y lo único que conseguía era verse
pinchado...
La Madre Naturaleza cedía y luchaba, se
retiraba y se erizaba, se apartaba y abrumaba...
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