Page 588 - Limbo - Bernard Wolfe
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automovilista también se había convertido en un
equipaje pasivo; el mecanismo se había hecho
cargo y le había vuelto su electrónica espalda.
Uno podía conectarlo y desconectarlo... ese era el
límite de la intervención humana.
Precisamente ahora, sin embargo, Martine se
sentía agradecido por aquella autosuficiencia del
coche; estaba terriblemente cansado, y atontado
por la rota y la anti‐rota, y conducir a cualquier
velocidad hubiera representado un considerable
esfuerzo. Además, su brazo izquierdo le dolía allá
donde Vishinu lo había acribillado con la aguja.
De tanto en tanto apoyaba sus brazos sobre el
volante, dejaba caer su cabeza, y dormía un poco.
No tenía ni idea de cuánto tiempo dormía en esas
cabezadas, pero al despertar de una de ellas
descubrió que era de día y que había recorido ya
casi mil quinientos kilómetros.
De pronto sintió un fuerte deseo de ver el Lago
Salado; sus ojos ansiaban ver el agua. Entonces
pensó que para ello tendría que desviarse, puesto
que se estaba acercando desde el sudeste, de
modo que iba a entrar en la ciudad con el lago
quedando al otro lado. Así pues, tomó el control
del vehículo por un momento, y lo desvió por una
carretera lateral que lo conduciría directamente
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