Page 120 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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cuello  o  la  muñeca.  Sin  embargo,  él  nunca  había


            sido capaz siquiera de tomar su propio pulso.



            Por fin, reptando por el suelo como un gigantesco


            escarabajo, se situó al lado del cuerpo. Entonces le


            puso  una  mano  en  el  cuello  y  buscó  la  yugular,


            explorando  con  las  yemas  de  unos  dedos


            temblorosos. El cuerpo estaba frío, y aunque eso lo



            asustó un poco, luego pensó que los cadáveres no


            se quedan fríos con tanta rapidez: su temperatura


            corporal debía deberse, sin duda, a las inclemencias


            del frío exterior.



            «Es el frío. Es solo el frío…».




            Pero lo cierto era que, después de dedicar casi un


            minuto  y  medio  a  buscarle  el  pulso,  tuvo  que


            rendirse  a  la  evidencia:  lo  había  matado.  Prueba


            quizá  de  ello  era  el  hilo  de  sangre  que  manaba


            quedamente por la oreja derecha.



            —Joder… —soltó.



            «Ha sido en defensa propia —se precipitó a aullar



            su mente—. Era un alucinado, un loco peligroso…


            Entró  en  casa  y  tuviste  que  frenarlo;  y  de  todas


            maneras, fue un accidente. Todo el mundo puede


            ver eso. Ssshhh. Ssshhh».



            De pronto lo abordó un pensamiento. Recordó que


            Pete le había hablado brevemente de sus vecinos.






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