Page 148 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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Joe tomó la cera aún caliente con los dedos y la
modeló para crear una pequeña bolita, que acabó
introduciendo en el orificio auditivo. Para entonces,
la cera estaba tibia y se dejó amoldar con facilidad.
El resultado pareció funcionar, pero sabía que la
cera podría contraerse al secarse, y que el propio
calor corporal haría que se cayera en un rato, así
que introdujo un poco más en el pabellón interior.
Después, lo apretó bien.
—Te juro que vas a gritarle a tu puta madre —
exclamó de pronto. Su propia voz le sonó extraña y
apagada; definitivamente la cera estaba dando
resultado, y eso encendió una nueva chispa de
ánimo en su interior.
Cuando terminó de taponarse el otro oído, se quedó
quieto, escuchando. El único sonido que le llegaba
era el de su propia respiración, con el aire
resonando en el interior de su nariz a un ritmo
desenfrenado y hueco. Entonces contuvo la
respiración unos instantes, cerró los ojos, y escuchó.
Nada.
Henchido de optimismo y renovada energía, Joe se
lanzó hacia la puerta, con la pistola entre las manos
a modo de ariete. Estaba a solo unos metros cuando,
de pronto, la puerta estalló.
Joe chilló.
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