Page 339 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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todo de una claridad tan deslumbrante como
inesperada. Joe empezó a mover los brazos para
buscar el equilibrio al sentir que el suelo
desaparecía bajo sus pies. Allen chillaba, aunque
sus gritos se eclipsaban por el estruendo
insoportable de la cueva desmoronándose. Era
como el sonido de una tormenta encadenada
reproducido a alta velocidad. Joe miró hacia abajo:
parecía que iban a caer a un abismo de cielo abierto,
ligeramente anaranjado como el del atardecer, pero
cuando su cuerpo ya empezaba a acusar la inercia
de la caída, de repente el suelo había aparecido otra
vez, gris y uniforme como el cemento, justo debajo
de ellos. Los dos hombres cayeron hacia delante,
gritando, hasta que se quedaron postrados con las
rodillas y las palmas en el suelo. Un par de
segundos más tarde, Allen dejaba de aullar. Joe
miraba hacia arriba. Aún podía ver los restos de la
gruta desapareciendo allí arriba, recortada contra el
cielo, colapsándose sobre sí misma hasta que no
quedó nada.
—¡Basta! —graznó Allen—. ¡Basta, joder!
—Dios… —añadió Joe. Se había incorporado tan
rápido como pudo y estaba mirando alrededor.
Enseguida comprendió que estaban en una ciudad:
había edificios alrededor, de los cuales solo veían
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