Page 398 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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de la cabaña y el bosque. Son las sombras, que se


            acercan  desde  todas  direcciones  acelerando  en  el


            aire. Joe aprieta los dientes y prepara la pistola.



            —¡CORRE!  —le  chilla  Allen  a  la  luz,  haciendo


            grandes aspavientos con los brazos—. ¡ESCAPA!




            —¡ALLEN, SIGUE! —le grita Joe.



            Allen lo mira, perplejo, pero después continúa con


            el plan de Joe: liberar a tantas almas como pueda;


            así  que  se  lanza  a  la  carrera  hacia  el  resto  de  los


            huevos  chapoteando  en  la  superficie  púrpura.


            Mientras tanto, Joe empieza a disparar contra las


            sombras. Se acercan cada vez más a la luz, pero no



            atacan; parecen contentarse con rodearla a distintas


            alturas. Vienen de todas partes y hay ya tantas que


            Joe no consigue imaginar de dónde pueden haber


            salido en tan poco tiempo.



            Los  clavos  rasgan  el  aire.  Parece  que  la  extraña


            atmósfera  de  ese plano  los  da alas:  vuelan alto  y


            lejos, más de lo que Joe habría podido esperar. La



            primera  andanada,  de  hecho,  atraviesa  al  primer


            torbellino  y  sigue  su  camino,  alcanzando  a  otras


            tres  de  las  formas  con  un  efecto  inmediato:  se


            deshacen  en  un  centenar  de  pequeñas  hebras,


            delgadas  como  patas  de  araña,  que  terminan


            enroscándose sobre sí mismas y desapareciendo.








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