Page 90 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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Las demás cosas eran mucho más mundanas, como


            una plétora de restos de madera, varillas y tablones


            de  los  tamaños  más  dispares,  metros  de  soga


            colgando de las paredes, piquetas rudimentarias y


            un largo etcétera de cachivaches y utensilios.



            Algo  desencantado  por  no  haber  encontrado


            bolsitas  repletas  de  pepitas  de  oro,  Joe  dirigió  su



            atención  a  la  mesa  de  trabajo.  Allí  había  muchas


            más  cosas,  cuidadosamente  ordenadas  en  los


            estantes.  Había  serruchos  oxidados,  martillos  y,


            algo sorprendente, varias cajas llenas de clavos. Los


            clavos  eran  caros  y  difíciles  de  conseguir  en  la


            época del abuelo Harper; normalmente, cuando se


            demolía  una  casa,  los  clavos  se  retiraban



            cuidadosamente para usarlos otra vez en la nueva


            construcción.



            Estaba pensando en eso cuando reparó en algo más:


            todos  los  clavos  estaban  impregnados  de  lo  que


            parecían los restos de una sustancia de un oscuro


            tono de verde. Primero pensó que sería moho, pero


            luego  descubrió  que  debían  de  haber  sido



            «pintados»,  porque  solo  las  puntas  habían  sido


            tratadas.  La  pintura,  si  es  que  era  eso,  se  había


            agrietado  y  desaparecido  en  gran  parte  de  la


            superficie.










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