Page 93 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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precios tan económicos en cualquier armería de
Canadá?
El cargador, si es que era un cargador, era tanto o
más misterioso todavía. Mostraba una hilera de
ranuras pequeñas y poco profundas, perfectamente
alineadas. Demasiado estrechas para cualquier tipo
de proyectil, sin embargo, aunque si en efecto esas
ranuras estaban diseñadas para albergar
proyectiles debía de haber espacio suficiente para
cien de ellos. Joe no conocía proyectiles que
tuvieran un ancho tan menudo. Imaginó que
aquella arma debía de disparar algún tipo de dardo.
Joe daba vueltas sobre sus talones cargando con el
arma entre las manos; la sujetaba como si fuera un
extraño bebé. Ensimismado, se entretenía en
extraer el cajetín y volverlo a meter hasta que, de
pronto, la forma de los proyectiles le evocó algo.
Su mirada saltó rápidamente a los clavos.
Clavos grandes de nueve pulgadas, todos
parcialmente cubiertos de aquella sustancia
verdosa.
Con infinita parsimonia, se acercó dubitativo al
contenedor y extrajo uno. Luego, lo colocó en uno
de los huecos del cajetín. Encajaba perfectamente,
como si el clavo fuera una delicada joya en un
estuche acolchado.
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