Page 136 - El Jugador - Iain M. Banks
P. 136
adivinado. Es una palabra muy antigua. Lo que estoy
haciendo se llama chantaje.
Aquella máquina estaba loca. Cualquiera podía crear
lo que le diera la gana. Sonido, imágenes en movimiento,
olores, la sensación del contacto... Y eran precisamente las
máquinas las que hacían todas esas cosas. Podías solicitar
una de ellas del almacén más cercano y ordenarle que
creara cualquier imagen que se te pasara por la cabeza,
fija o en movimiento, y si invertías el tiempo y la
paciencia suficientes podías conseguir que tuvieran una
apariencia tan realista como si hubieran sido registradas
mediante una cámara normal y comente. Podías crear
cualquier secuencia de imágenes.
Algunas personas utilizaban esos aparatos para
divertirse o con propósitos de venganza e inventaban
historias protagonizadas por sus amigos o enemigos en
las que les ocurrían cosas espantosas o, sencillamente,
divertidas y risibles. Si no había forma de probar que algo
era auténtico el chantaje se convertía en una cosa
imposible y que carecía de objetivo. En una sociedad
como la Cultura donde casi nada estaba prohibido y tanto
el dinero como el poder individual prácticamente habían
dejado de existir, el chantaje resultaba doblemente
irrelevante.
135

