Page 506 - El Jugador - Iain M. Banks
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escupían sangre en cuencos y a unas cuantas que yacían
en catres metálicos inmovilizadas con correas de cuero.
Ésas eran las peores, porque giraban locamente la cabeza
golpeándosela contra los barrotes del catre y tenían los
labios cubiertos de espuma.
Y había gente por todas partes, y las camas, catres y
colchones se extendían formando hileras que parecían no
tener fin, y los olores de la carne putrefacta, los
desinfectantes y las secreciones corporales flotaban por
todo el hospital.
La unidad le informó de que era una noche habitual
tirando a mala. El hospital estaba un poco más lleno que
de costumbre porque acababan de llegar varias naves
cargadas con los heridos de las últimas y gloriosas
victorias imperiales. Aparte de eso, era la noche en que
los trabajadores cobraban su paga y no tenían que
trabajar al día siguiente, y la tradición exigía que se
emborracharan y se pelearan con cualquier pretexto.
Después la máquina empezó a recitar las tasas de
mortalidad infantil y la expectativa de vida para cada
sexo, los tipos de enfermedades y la frecuencia con que se
daban en los distintos estratos sociales, los promedios de
renta, el índice de paro y los ingresos por cápita en
relación al total de la población en ciertas zonas, y le habló
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