Page 503 - El Jugador - Iain M. Banks
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contempló a todas aquellas personas destrozadas y sintió
un mareo tan intenso que estuvo a punto de perder el
equilibrio. La superficie de la calle que había debajo de
sus pies pareció inclinarse bruscamente hacia un lado y
durante un momento fue como si la ciudad, el planeta y
el Imperio entero girasen locamente a su alrededor en un
frenético remolino de siluetas pesadillescas; una
constelación de sufrimiento y angustia, una danza
infernal de agonía y mutilaciones.
Dejaron atrás comercios llenos de basura multicolor,
drogas permitidas por el estado y tiendas que vendían
alcohol, tenderetes repletos de estatuas religiosas, libros,
artefactos y parafernalia ceremonial, quioscos que
ofrecían entradas para asistir a ejecuciones,
amputaciones, torturas y violaciones públicas ‐‐casi todas
las víctimas habían perdido alguna apuesta en el Azad‐‐,
y pregoneros que anunciaban a voz en grito los billetes de
lotería, direcciones de burdeles y drogas ilegales con que
se ganaban la vida. Un vehículo terrestre lleno de policías
pasó junto a ellos: la ronda de noche. Varios pregoneros
corrieron a esconderse en los callejones y un par de
quioscos bajaron rápidamente sus persianas metálicas en
cuanto vieron acercarse al vehículo, pero volvieron a
subirlas apenas se hubo alejado algunos metros.
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