Page 176 - La Nave - Tomas Salvador
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—Déjame en paz.



               Dina, con lágrimas en los ojos, se levantó y gritó:



               —¡Eres un kros, ¿verdad?, y por eso no quieres a


            una wit! Pues no tienes manos. Nuestros hombres


            tienen manos. Eres malo y tonto. Vete con los tuyos.



               Y  se  marchó,  abandonando  la  escudilla  en  el


            suelo...  Asombrado,  intentó  seguirla.  Abul,  que


            había permanecido silencioso, dijo:



               —Déjala, Shim; ya volverá. Las mujeres blancas no


            son como las nuestras. No sé cómo explicarlo. Son


            diferentes. Tienen... más palabras que las... negras y


            más, ¿libertad se dice?, para decirlas. Pero no tienen


            malicia;  no  piensan.  Son  una  fruta  dulce  que



            hablara y riera. Pueden ir desnudas, y a menudo lo


            hacen, y parece que van vestidas; conocen palabras


            que las nuestras ni siquiera saben que existen. No


            viven en beguinet, como las de arriba, sino donde


            quieren. Todos, aquí viven donde quieren...



               Conturbado todavía más por las explicaciones del


            ciego, las cortó:



               —Tú eres un wit, Abul.



               —¡Oh, sí! Es decir, no sé. Tienes que conocerlos,


            Shim; no son como los de arriba. No razonan. Sólo


            tienen  gusto.  Les  gustas  o  no  les  gustas.  Tienen


            mucho  corazón  y  poca  cabeza.  Cambian  a  cada


            momento.





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