Page 287 - La Nave - Tomas Salvador
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Pero el tiempo estaba pasando y Luxi esperaba,
preocupado y receloso. Le ordenó acercar el falux a
la puerta. Necesitaba cerciorarse de que en aquella
cámara el sistema de encendido de la luz era igual a
las tres que había experimentado. Era fácil saberlo,
conociendo el secreto del cuadrado de pintura
ligeramente más oscura, más acentuada. Le
temblaban las piernas... ¡Sí, allí estaba! ¿Se ofrecería
el milagro? Era tan reciente su experiencia, que
conociendo incluso el sencillo secreto le conturbaba
su posesión... Si fracasaba, diría a Luxi que los
espíritus no se mostraban propicios y que era
necesario buscar otra cámara. Cabía en lo posible
que la luz no estuviera apagada, sino estropeada.
—Luxi, mira hacia la parte más oscura, o cierra los
ojos, si quieres...
Y cuando el padre de la familia hubo obedecido,
presionó el cuadrado; fríamente, con su silencio y
su impresionante rapidez, la luz actínica llenó hasta
el último resquicio de la cámara. Luxi cayó de
rodillas, abandonando el falux en el suelo, que no se
apagó por una casualidad, y comenzó a gemir.
No pudo soportarlo y salió al corredor. Él también
necesitaba serenarse en la penumbra. Y permaneció
allí durante largo tiempo, mientras Luxi, en la
cámara, gemía, suplicaba, oraba al símbolo mágico
de la luz. Las imprecaciones y balbuceos del
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